Historia Del Cine Dominicano
El cine aparece en la República Dominicana en la ciudad norteña de Puerto Plata en una noche del 27 de agosto de 1900. El teatro Curiel de esta ciudad sirve como el espacio de exhibición del cinematógrafo de los hermanos Lumiére, gracias a la iniciativa del comerciante Francesco Grecco, quien realiza varios viajes a través del Caribe mostrando esta atractiva invención.
Después de estas primeras manifestaciones cinematográficas se detecta en la prehistoria fílmica del cine dominicano, los trabajos del fotógrafo y editor Francisco Palau, que en 1922 al lado del fotógrafo Tuto Báez y Juan B. Alfonsea hacen la primera película de ficción del cine dominicano: “La leyenda de la virgen de la Altagracia”, con la colaboración en los textos del historiador Bernardo Pichardo. Palau la estrena en la noche del 16 de febrero de 1923, convirtiendo esta producción de cortometraje en la primera película dominicana.
El entusiasmo de este equipo motiva más adelante la realización de una comedia con tintes ingenuos con el título de “Las emboscadas de cupido” (1924). Esta película, contada en cinco actos, narra la historia de un par de enamorados que, al no tener el consentimiento del padre de la novia, obliga al novio a realizar una divertida trama para que el padre pueda aceptarlo. Fue exhibida al público el 19 de marzo de 1924.
Se tiene conocimiento de que antes de los trabajos de Francisco Palau, el camarógrafo puertorriqueño Rafael Colorado hace en 1915 la primera película realizada en la República Dominicana, por un extranjero, titulada “Excursión de José de Diego en Santo Domingo”.
Pero ninguno de estos primeros intentos produce una línea de producción continua y la exploración cinematográfica queda dentro de una pura manifestación artística del momento y no un incentivo industrial.
Los años venideros marcan un limbo total en la producción cinematográfica de ficción. La instalación del régimen del presidente Rafael Leónidas Trujillo en 1930, marcado desde sus inicios como un régimen dictatorial, impone un freno total a las manifestaciones artísticas y culturales, estimulando solamente aquello que se entiende como beneficioso para sus propósitos. Por esa razón, en los treinta largos años de la tiranía se realizaron solamente trabajos documentales del país con la exaltación del tirano, sus obras y sus parientes.
Los primeros pasos del documentalismo dominicano
Independiente del poco aprovechamiento para el desarrollo de las producciones de ficción, un área que se despliega más allá de las posibilidades es el documental. Y en este género existen trabajos pioneros como los de Adam Sánchez Reyes, Salvador Arquímedes Sturla y Tuto Báez, quienes realizan algunas de las más importantes fílmicas históricas, como la llegada del aviador norteamericano Charles Lindbergh al país (4 de febrero de 1928); los destrozos del ciclón San Zenón (3 de septiembre de 1930) o la primera toma de posesión de Rafael Leónidas Trujillo y Estrella Ureña en el Parque Colón (16 de agosto de 1930). Además, las ceremonias del 27 de febrero en la Catedral (1927) y las fiestas del 400 aniversario de la fundación de Santo Domingo (1946).
Este oficio de reportaje noticioso también empieza a expandirse dentro de un grupo de aficionados encontrándose entre estos el desempeño de María Electa Stéfani Espaillat (1884-1962), considerada la primera cineasta dominicana, colaboradora del equipo Palau-Alfonseca, en los primeros años de la década del veinte y quien colaboró en las “Revistas cinematográficas” de los años veinte. Hija de Sofía Espaillat Espaillat (1857-1895) y del ingeniero italiano Pílades Stefani Viegani (1854-1928), cuyos abuelos maternos fueron el presidente de la República Dominicana, Ulises Francisco Espaillat Quiñones (1823-1878) y Eloísa Espaillat Rodríguez (1818-1919).
María Stéfani, como refiere el investigador José Luís Sáez en su libro “Historia de un sueño importado” (Ediciones Siboney, 1982), se dedicaba a la filmación de reportajes o las llamadas “Revistas cinematográficas” en las que captó el recibimiento hecho en 1929, por los habitantes de Santo Domingo, al famoso boxeador vasco Paulino Uzcudun al igual que el desembarco de la Misión Dawes.
Al parecer, como anota Sáez, no hay constancia de que Stéfani continuara con esta labor de reportera cinematográfica en la década de los treinta, incluso algunos proyectos quedaron inconclusos como el guion de “La Hispaniola”, una película histórica que patrocinaría el gobierno de Horacio Vásquez con motivo del levantamiento del Faro de Colón, aunque también colaboró con el equipo de Palau-Alfonseca, el mismo que realizó cintas como “La leyenda de la Virgen de la Altagracia” (1923) y “Las emboscadas de cupido” (1924).
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